Más allá del individualismo
A pesar de que últimamente estemos más y más acostumbrados a hablar de individualismo, me parece importante ofrecer aquí una perspectiva diferente sobre la naturaleza de la persona.
A pesar de que últimamente estemos más y más acostumbrados a hablar de individualismo, me parece importante ofrecer aquí una perspectiva diferente sobre la naturaleza de la persona: el individuo debe ser colocado en un contexto más amplio de su singularidad, de acuerdo con un criterio ecológico. No es posible separar claramente los procesos que tienen lugar dentro de la cabeza de las personas de las que se producen en el medio ambiente. Ya hace casi cuarenta años Gregory Bateson* señaló la imposibilidad de establecer una distinción clara entre los procesos cognitivos internos de la mente y las herramientas externas que interactúan con ella. Bateson fue el primero en proponer la idea de la mente como un proceso interactivo, evolutivo y de auto-corrección. Si bien la tradición objetivista creía que el individuo era una entidad fija y determinada, con una mente limitada y circunscrita, para Bateson, "la relazione viene per prima, precede" **. En lugar de un mundo poblado por "yo" aislados y bien definidos, él anunció la existencia de comunidades circulares y entidades comunicantes que existen, ya que son, por definición, en relación con otros actores. Se refería a una configuración ecológica en la que contribuyen los diversos elementos, de acuerdo a vínculos mutuos de relación y de intercambio. De esta manera, señaló que la formulación de cada pensamiento, a pesar de que pertenece a la persona, deriva de la interacción con un mecanismo mental general, extendiendo la mente al mundo exterior.
Tomás Villasante***, remitiendose a Roger Bartra, utiliza el término "Red exocerebral" para expresar "las capacidades relacionales de los humanos que fundamentan nuestras formas de hacer, aun de manera preconsciente". Las personas son seres constantemente conectados con otros como ellos. Por eso sus pensamientos, deseos, acciones están fuertemente influenciados por las interacciones sociales y relaciones humanas que mantienen, por lazos emocionales que disfrutan y por el entorno social que les rodea. Incluso la conciencia brotaría desde la capacidad cerebral de reconocer la continuación de un proceso interno en los circuitos externos que están a su alrededor. Entonces, como dice Villasante"más importante que el ego son las relaciones", a pesar de que "la presión social induce a hablar y pensar como si 'individuo' y 'sociedad' fuesen dos figuras no solo distintas sino, además, antagónicas".
Gracias a los estudios de Giacomo Rizzolatti**** y colegas sobre las neuronas espejo, ahora tenemos también la evidencia científica que confirma la predisposición biológica de las personas a las relaciones humanas, a la comunicación y a las conexiones sociales. Las neuronas espejo pueden explicar fisiológicamente la habilidad humana para relacionarse con otras personas, ya que la observación de una determinada acción activa en nuestro cerebro las mismas neuronas que entran en juego cuando somos nosotros a cumplirla. Se crea de esta manera una conexión muy fuerte entre los dos actores y, por extensión, entre el individuo y la sociedad.
* Gregory Bateson, "Verso un'ecologia della mente", Milano, Adelphi, 1976.
** "La relación viene antes, precede" (ibid., pag. 179).
*** Tomás R. Villasante, "Redes de vida desbordantes", [s.l.], Catarata, 2014.